AIESEC – Parte 1

Mi experiencia de voluntariado

Okey, esta es la reseña de mi experiencia en AIESEC, podría hacer una versión extra large del tipo enciclopedia pero nadie se molestaría en leerla así que simplemente dejaré que las palabras fluyan y cuando acabe revisaré lo que fui capaz de expresar. Si es correcto, pues bien; si es muy extenso haré algo que no me gusta: resumir.

Brasil, Ecuador, Colombia, México, Venezuela, Polonia, Francia, Alemania, Italia y seguramente algún país más también, Perú claro. Distintas culturas, algunas mucho de hecho, distintos idiomas, costumbres, educación y formas de expresarse. Todo ese «mix cultural» tan diverso, auténtico y genuino, ese libre albedrío, desorden e ímpetu propios de jóvenes que trabajan para otros jóvenes; todos en torno a causas solidarias.

Muchas personas que conocí ahí eran apasionadas por lo que hacían, estaban ahí por un motivo. Una razón más allá de ser algo para agregar en un currículum o un simple viaje exhuberante y arriesgado, que incluía, para aquellos que llegaban al país, seis semanas de trabajo voluntario, al servicio de los que más lo necesitan.

Comunidades marginadas, huérfanos, madres desamparadas que buscan algo mejor para sus hijos, gente que nuestra sociedad tiende a invisibilizar para evitar sentir. Porque es así, lo que no nos gusta mejor no verlo, fingir que no está ahí. Pero está y es necesario para el éxito de muchos, no así para quienes se supone deben protegerlos: las familias y el Estado principalmente.

Tantas cosas pasan a solo unas cuantas cuadras de tu casa, pero tú no lo sabes. Solo puedes decir basándote en el «sentido común» -que pretenden convertir en reflejo de sensatez- que hay desgracia, pobreza, inseguridad y drogas, pero no mucho más. No lo vives, quizá nunca lo has hecho o lo hagas y desde luego no tendrías porqué querer hacerlo.

Que quede claro que hay excelentes cosas rescatables y destacables de estos grupos, comunidades y personas invisibilizadas por la mayoría: gente honesta que prospera por su sudor y esfuerzo, que ayuda y, cabe decirlo, también está dispuesta a recibir ayuda.

Muchos de estos jóvenes son aventureros que pagan para voluntariar. Personalmente, después de un segundo de duda, puedo decir que es una experiencia que no tiene precio. Cada uno tendrá sus objetivos, metas, deseos y sueños, trabajará en busca de ellos a su manera; pero al final la gran mayoría coincide en que es una experiencia de autodescubrimiento, de crecimiento, que vale la pena pese a los malos tragos y las dificultades (que las hay). Todo pasa y está en uno manejar cómo responde a ello.

Esta será solo una breve introducción de todo lo que puedo decir acerca de tres meses tan intensos para mí, que me han dejado tanto personas, como experiencias y aprendizajes. Espero poder seguir conservándolo todo, sin aferrarme y solo agradeciendo, porque lo lindo a veces dura poco, pero siempre lo tenemos guardado en la «memoria RAM» de nuestras cabezas.

Distintos pero valientes. Aceptar la diversidad es necesario, romper las barreras y atravesarlas, solo así se materializan los sueños y vencen los miedos.

¿Cómo empezar?

Quizá sea apropiado usar un orden cronológico para que nadie pierda el hilo de esta historia. Pues bien, empecé casi sin pretenderlo…

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