21-20

New year, new expectations.


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There’s a song by Avicii (Tim Bergling) I really like, it’s not the most famous, but it has a something special you know. It’s called Friend of Mine.

It’s 6 am, Sunday. I woke up at nearly five not knowing what to do, then tried to sleep again but couldn’t. Of course, I got glorious water -better than beer for me- in between.

Finally decided not to sleep, I turned on my sister’s laptop, check the channel of a youtuber I adore, saw one of her videos and said: «I need to write, I really do».

And here we are, me and the computer, the computer and me, and maybe you too in some days.

Recently, I realized writing for people doesn’t work for me, I don’t want to write for you buddy. I don’t want this to become a task that burdens me with the pressure of liking someone else than me.

This is for me and for nobody else, that’s precious because I want to share it with you anyway. Being honest with myself, and if you don’t like this, it’s ok.

Before saying why am I writing in ‘gringo’ language (that’s English for some people in Latin America), I rather say something first.

Did you know that J. R. R. Tolkien, author of The Hobbit and The Lord of the Rings, wrote those books -or at least the first of them- to his own children? They’re pure, absolute magic. Global bestsellers perhaps as a collateral effect (not intended, not in an explicit way).

Far from this, my point is that sometimes the beautiful things we see and experiment with are not especially intended for us, they are/were private, intimate, secrets from someone’s deepest self. Like a pearl, that uniqueness shines, screams in our minds and senses. There is the beauty.

Someone wanted to share that intimate thing with you, me, us. So we feel connected, charmed, lucky, and sometimes hypnotized for books, songs, stories, movies, people. That thing’s honest and transparent, it’s real. Unique.

We choose what we keep to ourselves and what we share. Some memories, works and ideas are too valuable, maybe priceless, to want them exposed to other/s judgment, to their eyes and minds.

That’s why we need to appreciate the things someone shares with us. I personally have to.

At this point, I think I deserve my breakfast to keep on with my day. Maybe eggs, oats and an orange. Then I can tell you the reason for my language election for this piece.

These days -I ended up replacing the orange for a sweet apple… These days I started reading Bilbo Baggins‘ adventures again (Bilbo Bolsón according to the Spanish translation), but this time I’m doing it in English.

It’s the second time I try it, but now with more backup of series and podcasts and YouTube videos -also readings- on my shoulders. It’s a personal challenge, like this post, written in a foreign language.

More important than the reason is what I came to tell you, there’re lot of things I wanna talk about, but not enough time. I mean writing is not the only thing I wanna do. So let’s see.

Where should I start?

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A quickly

¿Fuera de serie o no tanto?


Hoy no vengo a tratar de nada en particular, solo a hablar. Dentro de poco si habrá un post con temática propia y especial. Pero eso será después, porque hoy vengo a contarles cosas que he encontrado interesantes y como tal considero necesario compartir.

La semana anterior, el 22 de agosto para ser exacto, recibí una respuesta a una consulta en el bróker donde me manejo. La misma surgió porque no me dejaba operar en su apartado dedicado a la compra de dólares: Dólar IOL. Puede no parecer muy interesante, así que primero les contaré esto: en este apartado uno puede comprar dólares a un precio más bajo que el que seguramente ofrecen en tu banco, o por lo menos en el mío. Si bien no es mucha diferencia dado el límite que tenemos al atesoramiento -200 usd- desde el 28 de octubre pasado, sí que vale la pena por solo unos clicks y sin comisión alguna.

El bróker -intermediario en transacciones de instrumentos financieros a cambio de comisiones- deberá ganar porque seguramente consiga dólares más baratos que al precio que los ofrece, y, sino, por la atracción de clientes -conservadores en su mayoría- que antes no tenía. Puntazo a favor como marketing, publicidad o simple expansión de marca.

En fin, yo ya había operado en el mes, pero aún tenía límite, por ello pregunté porque el «lo esperamos el mes que viene». La respuesta fue que debido a la nueva normativa del BCRA (Banco Central) se decidió reducir a uno el número de operaciones mensuales en Dólar IOL. ¿Qué normativa fue? Ni idea, la verdad me perdí con tantas; lo que me puso a reflexionar fue que no era 100% libre de hacer lo que quisiera con mi dinero, y si bien restricciones sobraban desde antes, llegaron al punto de hacerme pensar hasta donde hemos llegado.

La próxima haré todo de una para que eso no suceda; y espero no haya más límites. De todas formas, lo recomiendo, solo fíjate qué precio maneja tu «coban» y dale «pa delante». Quizá otros brókers hagan lo mismo y hasta con mejores precios, no lo sé.

Otra cosa destacable me parece el precio de las notebooks y de ese tipo de productos en general, incluida la ps4. Que alguien les avise a esos muchachos que es la 4 y no la 5 que saldrá pronto la que están vendiendo.

La necesidad llevó a muchas y muchos a plantearse la necesidad -ya no gusto- de comprarse un nuevo o mejor móvil, tablet, o portátil. Y si bien aguanté, también me tocó a mí. Ya había escuchado del boom de ventas de notebooks y laptops (más grandes) al inicio de la cuarentena y el posterior desabastecimiento dado el cierre de fábricas en cadena a lo largo del globo. Y más allá de pensar en los visionarios que compraron una antes del ASPO, quise comprobar en propios ojos si era verdad eso que dicen hoy de sus precios.

¿Qué se dice? Pues lo primero que decían y aún hacen es que están baratas en dólares, así que fui a MELI (código de Mercado Libre en mercados financieros) y busqué un modelo copado para mí, barato y con prestaciones «acordes» o adecuadas, nada ostentoso. Y encontré uno, la Notebook Hp 14-cf3047la, de las que me gustaron la más accesible ($63.469): procesador I3 de décima generación, 9 horas de batería aprox, memoria RAM expandible a 16 GB, 1,5k, discos de estado sólido (SSD -solid state drive-) de 256 GB que son mucho más rápidos que los ya anticuados discos duros (HDD -hard disk drive-) y un par de cositas más.

Teniendo en cuenta los valores para distintos tipos de dólar al viernes 28/08/2020, día anterior al que escribo, los precios para esta notebook son:

TC (tasa de cambio) al 28/08/20Valor de notebook (USD)
Venta oficial: 78,18USD 812
Ahorro/turista: 101,63USD 624
CCL (contado con liqui): 125,84USD 504
Venta blue: 136,00USD 467
Datos extraídos de https://www.ambito.com/contenidos/dolar.html
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Sueños, economía y BTC

Un popurrí desorientado de anhelo.


Primero que nada, ya no hace falta agregar cosas de la cuarentena, de mi parte al menos ya me cansé de escucharlas. No por nada malo, más que por el hecho de lo cansino de la repetición. Dicho esto, ¿por dónde empezar?

Quizá sea atinado empezar hablándoles de la EFI Week, pero me gustaría comenzar con unos pensamientos que tuve ayer mientras yacía en mi cama esperando a cerrar los ojos. Tienen que ver con las posibilidades, caminos, «hojas de ruta» o roadmaps, que tenemos los argentinos para salir adelante de esta crisis que dejará un ingreso per cápita promedio (medido en U$S) de niveles de por lo menos el año 2008/9, con suerte. Probablemente sea menor.

Esto no surge de la nada, más allá de las divagaciones propias de un «trance», como lo es el sueño, también tiene que ver con la info y data que recibimos del contexto, en mi caso del trabajo -que tanto aprecio en estos tiempos-, y un poquito de la facu -por mi falta de interés, pasajero espero, en este momento, no porque no la haya-.

Que la emisión, el déficit (fiscal), la deuda y el default, la brecha (cambiaria), la crisis económica y social, sobretodo pymes e independientes. La inflación, aun la situación de las grandes empresas, etc. La gran multitud de opinólogos coincide en que la deuda es lo primero, y aquí me sumo a ellos: un acuerdo es vital para el financiamiento del soberano (el Estado), pero también del privado (empresas), sin financiamiento externo se torna muy difícil crecer, expandirse, cumplir compromisos con proveedores de insumos, acreedores, etc. En pocas palabras, condiciona mucho la inversión porque quién invierte en una economía con esas perspectivas y tan poco nivel de apalancamiento. Yo no.

¿Qué le queda a los grandes players entonces?

Un profe muy bueno, el de Macro, nos dijo una vez -no basado solo en sus ideas sino en las que encuentras en libros tales como la Teoría general del empleo, el interés y el dinero (Keynes, 1936)-que una economía en crisis necesita de gasto más que de ahorro, mientras que para crecer sí o sí hace falta ahorro, porque sin inversión no se crece -recordemos que según la teoría económica ahorro = inversión-, así que en el corto plazo deberíamos gastar, consumir. Y cuando el privado no puede hacerlo, como ahora, es el Estado quien debe hacerlo.

No se confundan, no es cualquier gasto, sino el gasto en cosas generadoras de empleo como la infraestructura; darle un trabajo a una persona aunque sea dándole una pala para que cave un hoyo y lo vuelva a llenar. Darle un ingreso, devolverle la confianza, hacerlo gastar, consumir. Reactivar la economía y, cuando se halle de pie, sacarle el andador, dejarla más libre, pero siempre pendiente de que no se desvíe del camino que nosotros queremos para ella, de que sus tropezones y caídas no sean retrocesos ni lesiones permanentes.

Los gastos del Estado hasta ahora no son de ese tipo, y no es una crítica, son los necesarios para afrontar este momento. Camas, respiradores, tests en un comienzo ya que ahora hacemos los nuestros, etc. El IFE y el ATP tienen un matiz diferente, ya que se entiende que esa plata en sueldos o ingresos extraordinarios va directamente al consumo de las familias y personas.

Pero como dije, cuando esto acabe, porque lo hará, será necesario un «asistencialismo» distinto, porque mucha gente habrá perdido su empleo, su autoestima, su negocio. Y el dinero del Estado sin ninguna prestación a cambio, si bien útil, inutiliza a las personas a largo plazo, no las deja explorar su potencial, sentirse completas, satisfechas por su aporte a la sociedad, sentir que cumplen un propósito con su trabajo, sea cual fuere y más allá del tipo de empleo que desempeñen. Es mi manera de verlo.

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Quarantina

La designación italiana para la medida que afecta al mundo me parece la más apropiada. ¿Por qué? Se dice que su origen viene de esos lares…

Transcurría el siglo XIV cuando una enfermedad violenta apareció en Asia, posiblemente en la región central dominada por el Imperio Mongol. Ella se extendió rápidamente a través de rutas comerciales como la de la seda, y los barcos que las recorrieron sumaron su grano de arena atracando, comerciando y partiendo nuevamente.

Los genoveses -cracks de la época- que controlaban muchos de estos puertos dentro y fuera de Italia, pronto descubrieron que los barcos propagaban la enfermedad y rechazaron hasta sus propios marineros.

Pero, en el puerto veneciano de Ragusa (hoy Dubrovnik, Croacia) optaron por algo más: aislar a los barcos con sus tripulantes durante 30 días y convertirlo en ley. Así comenzó la «trentina», que luego se extendería a 40 días: la famosa quarantina.

Aquella enfermedad se conoce como «peste negra o bubónica» y fue letal. Diezmó alrededor de un tercio de la población de Europa, con Italia como su región más afectada.

Hoy otra afecta a casi todo el mundo -ni Groenlandia se salva- y, como en aquellos tiempos, también comenzó en Asia y los tanos son muy perjudicados. Quizá no tan mortífera porcentualmente, el COVID-19 tiene muchas otras aristas que merecen mencionarse.

Se expande a velocidades/tasas altísimas dado sus niveles de contagio, como solemos escuchar y repetir. En días Italia y España cedieron el protagonismo a EE.UU., cuyo presidente primero ninguneó al virus diciendo que tenían «todo bajo control» y forzado por el contexto se vio obligado a marcar la cuarentena; aunque pida a sus gobernadores que liberen a sus estados.

La salud importa, claro que sí. Sin embargo, y objetivamente hablando, la mayoría de nosotros no pertenece a un grupo de riesgo.

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Mis decisiones de inversión

Las formas que encontré para desarrollar mis habilidades de análisis de datos de la realidad, a una escala muy pequeña, pero no menos útil, propia de un estudiante.

Empecé a escribir esto el lunes 21 de Octubre, en plena cuenta regresiva para las elecciones, en 7 días, el país habría cambiado nuevamente. El domingo habría aluviones de emociones: desde lágrimas de alegría y furia hasta indiferencia absoluta, desde abrazos hasta discusiones y quizá, seguramente, también peleas. Pero otros como yo pensarán también en las fiestas y las vacaciones por venir, en el año que sumamos a las vitrinas y el balance que hacemos de él; o en las hojas de los estudiantes que, tal cual a mi me sucedía, muchas veces ponemos la fecha del año pasado al inicio de las clases en un año nuevo, como si se tratase de una cierta inercia temporal.

Sin embargo, hay tantas cosas cuyo desenlace está tan abierto a las probabilidades y avatares del contexto. Puedo citar las notas de las materias, si se promociona, se va a final, se recupera, o se recursa -Dios o San Expedito no lo permitan- o el futuro mismo del país que si bien parece estar pronto en manos del Frente de Todos, y de Alberto Fernández para ser más directo, aún tiene muchas aristas e incertidumbres respecto a las políticas que implementará el nuevo oficialismo, la reacción de los mercados a ellas, la reacción del pueblo y la composición en ambas cámaras del Congreso para el legislativo.

Las expectativas no son buenas en lo absoluto y, para adentrarme más en el tema del post, la incertidumbre es tan odiosa para el empresario y potencial inversor como el BCRA lo es para Javier Milei. Ahuyenta toda posibilidad de inversión racional, dejando solo margen para un pequeño juego de azar «en la timba» o el humor con que uno se levanta de la cama, diciendo: «hoy es un buen día para invertir» y se crea o halla los motivos para justificarlo. Algo a lo que Keynes puso un nombre: los «animal spirits«.

Y si encima de esta niebla en el ambiente la sensación general de los argentinos y del mundo -en su mayoría- es que Argentina la tiene muy difícil para salir de un ciclo de casi 45 años de mediocridad -desde el Rodrigazo, aunque podría ser desde el Golpe del ’66 y Krieger Vasena-, bueno, el resultado o panorama no es alentador, menos para quien tome el volante del país.

Así pues la inversión aparece en Argentina como una palabra bonita con un significado casi distinto al que lleva en otras latitudes con economías relativamente estables, algo casi utópico, una promesa vacía que nunca vemos en materializada en la práctica pero escuchamos seguido en los discursos.

Acá juguemos a lo seguro, no salgamos de las empresas de consumo masivo, servicios, de la obra pública, Mercado Libre y alguna que otra cosa más, apostemos a los rebotes y después «shorteemos«.

Hoy, ni siquiera los bonos dan seguridad al inversor. Estando en los niveles de default selectivo en que nos encontramos ahora el plazo fijo se convirtió en la chance más real de inversión para el argentino promedio, sin malos rendimientos y con las garantías de los bancos con el respaldo del BCRA.

Un negocio, «mmme», parece poco rentable comenzar uno ahora dadas las condiciones y circunstancias. Los microemprendimientos están sufriendo mientras se debate por reformas a la seguridad social y beneficios impositivos a las PYMEs, que sean más justos para ellas.

Y casi olvido el mal considerado instrumento de inversión por excelencia, «San Dólar», cuando a lo mucho puede ser una forma de ahorro, sobre el cual tristemente yace la única certeza que la mayoría tiene y más triste aún es que hay motivos para creer en ello: el dólar va a subir.

Siempre es momento para comprar, habrá mejores o peores «timings» pero nunca no es una opción. Lo dicen abuelos, padres e hijos que viven sucesiones de devaluaciones e inflaciones crecientes o, cuanto menos, difíciles de erradicar, como esos mosquitos inmunes a los repelentes o las cucarachas capaces de sobrevivir a una explosión nuclear.

Hay algo llamado «el péndulo argentino» que habla de esto -aunque no leí mucho al respecto en verdad- pero igual se puede llegar a una conclusión por uno mismo sin leer un estudio demasiado complejo ni una enciclopedia que lo demuestre, solamente observando la realidad, algo muy importante en nuestros días.

En suma: si hay inflación, que se denota con la letra griega Pi en economía -dato de color-, necesitamos devaluar para ser competitivos respecto a productos del exterior, dado que al incrementarse los precios, suben los costos de los insumos (salarios, servicios, combustible, etc.) y por tanto también los precios de los productos que vendemos (dentro o fuera del país).

Si el empresario debe pagar más para producir una unidad de su producto (bien o servicio) aumentará el precio de sus productos para mantener sus márgenes de ganancia, con lo cual, nos encarecemos, suben los precios relativos (precios de un bien en términos de otro bien) de nuestro país con respecto a los de afuera, por ende se hace necesaria una devaluación que nos permita obtener los dólares de los que nuestra economía está ávida; similar a como nuestro cuerpo y el de otros organismos necesitan de oxígeno para vivir.

Ojalá nuestras máquinas hiciesen dólares, pero bueno, es casi seguro que eso no va a suceder jamás. Fue solo un momento de imaginación, permítanme divagar un poco.

Hecha la devaluación, los argentinos, y los latinoamericanos en general, sabemos muy bien cómo sigue el cuento: los precios vuelan. Combustibles, alimentos, ni hablar de aquellos sectores dependientes de insumos importados como la industria automotriz, la que se dedica a producir y vender máquinas como cosechadoras o dispositivos como celulares, tablets, notebooks, etc… Y la lista sigue con alquileres, prepagas, transporte público y hasta Uber probablemente-perdón Cabify-; nadie quiere quedarse afuera de la actualización de precios.

Pero los salarios juegan en otra liga, esos no aumentan, son buenos y aceptan la pérdida de poder adquisitivo, son sumisos, luchan un poco, quizá consigan un aumento, nominal, pero no real. Sucumben, incluso aveces son testigos de flexibilizaciones laborales (Ecuador 2010 por ejemplo) más o menos explícitas.

En términos de pujas distributivas -una de las formas empleadas en macroeconomía para ver la relación de los salarios reales y el producto (PIB)- se dice que el poder de los sindicatos es menor, y por tanto no se negocian salarios acordes a la inflación o, según el llamado caso keynesiano, simplemente los trabajadores no conocen cual será el incremento exacto de los precios y le pifian al negociar (p>pe), osea que los precios son mayores a los esperados, en contraposición al caso clásico que supone que los trabajadores conocen exactamente cuál sera el aumento en los precios, cual astrólogos o pronosticadores del clima, es decir p=pe. Y eso que ni siquiera estos aciertan siempre.

Pero si a la inflación le sigue la devaluación, y esta a su vez, es causa de inflación, nos encontramos en un ciclo vicioso de «m» que no va para atrás ni para adelante, que no avanza en ninguna dirección ni sentido: un péndulo.

Entonces el dólar no falla, si compramos estamos jugando a la segura, más que un bono que vence el año que viene (2020) y no cuenta con el respaldo de un desembolso del FMI.

Dejando de lado el plazo fijo, que no es una opción para alguien que carece de cuenta corriente -a menos que le prestes plata a alguien que si tiene cuenta y esa persona la deposite y te devuelva los intereses, algo que no pediría a nadie ni tampoco sé si alguien aceptaría- parecen pocas las opciones de inversión que devuelvan un retorno tan amigable y simpático como la moneda «yanqui». Yo, que trabajo informalmente hace casi 4 años -no me malinterpreten, me gusta mi trabajo, sobretodo la gente con quien trabajo, pues es algo casi familiar- no puedo ir al banco y poner un plazo fijo ni ir a un broker, abrir una cuenta e invertir en la bolsa cual león pasea en la pradera. Menos aún comenzar un microemprendimiento del tipo PYME debido a los papeles y requisitos que piden, si bien esto no pasó por mi cabeza de momento, a falta de una idea.

Lo de la bolsa si es algo que me atrae, de hecho hice un programa de capacitación en un broker conocido que se jacta de cobrar las menores comisiones del mercado y me gustó, no tanto como para ser fanático -odio los fanatismos- pero sé que es una herramienta válida de la que poca enseñanza recibimos y que puede ayudar a llevar una vida más aliviada de presiones económicas, si se forma uno al respecto y es cauteloso en sus decisiones. Sé que tengo aún mucho para aprender de la bolsa pero el programa me sirvió, así que pronto empezaré repasando lo visto en los cursos y practicando en un simulador en tiempo real.

Pero eso será después porque ahora les voy contar las dos -tres si me permiten la observación que haré más adelante- cosas que hice para cuidar mi bolsillo, siendo que no tengo una jornada establecida en mi trabajo -lo que está bueno por la flexibilidad a la hora de estudiar- ni tampoco una remuneración fija.

  • Comprar dólares, pero prestando atención al timing.
  • Cambiar dólares (sabiendo que voy a gastar una parte), prestando atención al timing.
  • Un presupuesto. Fue lo primero que hice y probablemente lo que más recursos me provea en el largo plazo.

Antes de mencionar y analizar cada una en particular, quiero hacer una mención especial a algo tan simple y fácil de leer pero que me ayudó muchísimo, además de leer notas y artículos en internet de diversos medios gráficos: el REM o Relevamiento de Expectativas de Mercado.

Este documento abierto al público es publicado por el BCRA en los primeros días de cada mes y cuenta con información recopilada de analistas locales y extranjeros acerca de sus predicciones para las principales variables macroeconómicas del país (inflación, PIB, tipo de cambio, gasto, etc.). Se hace una comparativa con sus predicciones del mes pasado y así se actualizan los nuevos valores. Con un margen de error no cuantificado, como suele pasar con cualquier otra estimación de un valor futuro, de esas que abundan en la economía.

Les recomiendo leerlo si que quieren hacerse una idea de lo que los analistas y las consultoras -la mayoría bancos y empresas muy conocidas como Banco Galicia y J.P. Morgan por ejemplo- esperan de la economía; si mienten o no son totalmente honestos es un tema que desconozco. La lista de participantes, documentos y consideraciones las pueden hallar en: http://www.bcra.gob.ar/PublicacionesEstadisticas/Relevamiento_Expectativas_de_Mercado.asp

Dicho esto, continuaré con el primer caso:

1. Vacaciones de invierno, receso de la facu, puedo trabajar más, ahorrar más y qué hago si no me llama la atención comprar como hobby -si me sobraría quizá si- ni puedo hacer las cosas que mencioné antes. Dólar, eso voy a hacer. Voy a comprar. Un monto pequeño al menos.

En esos momentos, en Junio si mal no recuerdo, rondaba alrededor de $44 y sabía por el REM que a fin de año se esperaba en $51 aproximadamente, era un margen de ganancia de 15, casi 16%. No estaba mal aunque fuese mínimo dada la cantidad, dado que sabía por leer en internet alguna que otra nota y artículo, que la estabilidad que en ese breve momento había encontrado el dólar podía cambiar en las PASO, el 11 de Agosto podía ser un quiebre.

El momento era ese, antes. Todos sabemos lo que pasó después. Ni el más pesimista oficialista hubiera predicho esos resultados. Las expectativas se fueron por la borda, el dólar fluyó, la represa se rompió y arrasó con todo a su alrededor: las bandas de «no intervención»/intervención, las reservas del BCRA, el sueño de desacelerar la inflación, todo. El riesgo país tomó valores que pronosticaban un default y todo lo demás…

Más que un quiebre, se quebró la economía.

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